19 jun 2011

Días distintos













.














Cada año hacia el final del invierno
florece la mimosa en el jardín.
Tu habitación, sigue estando vacía. 








Alza ,
como los árboles,
su copa
la locura.








Se rompían
azules
tus venas;
los días.







¿Qué esperabas 
que
fuera
la
vida?



La muerte 
en la mañana
tiñe
violeta
las rosas. 





Tús lágrimas
secas.
Tu mirada,
espanto
de los días. 



  
Este 
invierno
repentino:
la tristeza.



 
El amor
es
concreto.
Sin ti,
como la muerte,
nada.



Frente
al
mar.
Ningún deseo.
Nada. 





Vivo
en
la
misericordia
de
los
días. 





Déjala que se vaya.
Déjala.
Suelta
tu pena.





Duerme, duerme el espanto.
Acuna la muerte;
la rosa de la misericordia, 
del olvido.


"Todo ha ocurrido a velocidad de vértigo. Pero este carro que es el tiempo no se mueve. Hay interioridades, una compleja maquinaria de reloj que no engarza, que no suena y siempre es la misma hora, el mismo día. Veo tu sonrisa, tu dilapidada sonrisa, como diciendo que no, que no te has ido. Veo tus manos, tus delicadas manos, tu pequeña muerte sombreada en las uñas y sé que tu tacto está en cada página que escribo, en cada natural pensamiento que se hace flor, primavera o luz en los más altos designios de la mañana. Toco sombras con la yema de los dedos. Y hay días de pronto ante mí, que son tuyos. Y tú sonríes. Estás agazapada en todos los rincones como si no quisieras irte. Pero ya va siendo hora. La despedida es larga, intensa, poblada de sinsabores, de lágrimas, de tristeza. Pesa tu vida más que la mía."





Frente al mar
tu silencio,
tus tímidas huellas en la arena;
el estupor,
la belleza.
Todo el tiempo
sobre tus manos,
dormido.





      "Carmen que nunca imaginó todo esto, se ahovilla, se retuerce y espera, como si se un mar se tratase, que pase la tormenta.
Quién nos iba a decir  que el final de todo amor era esto. Este pobre barco astillado, roto, sin causa alguna. Porque la vida nos ha traído hasta aquí estrellándonos con furia, para nada."



¿Qué hacemos
y
yo,
anclados
en
este
amor,
a
la
deriva?






Cierra los ojos,
olvida las palabras innecesarias,
los objetos.
Todo aquello que alguna vez existió.
Y escucha el tiempo
que asciende
lentísimo
como un árbol
y extiende sus ramas,
esta belleza del día:
sus silenciosas flores blancas.
          Hoy hemos tenido un día entero. No han ocurrido grandes-pequeñas cosas. Tu hermano come con apetito y sestea, se muestra siempre discreto, oportuno para dejarse querer y no añadir problemas. Asciende una suave calima por el valle. Sobre el mar reposan algunas barcas. Han desaparecido del horizonte los veleros. Hay calma chicha y olor a cocinas. Se escucha al fondo el mar, el romper de las olas. Reúno a los niños, los siento a mi lado, leyéndoles al azar páginas del Quijote. Y se ríen y sueñan, aunque sólo sea esta larga media hora de belleza, de humanidad entera, de paz, como un regalo que nos llega del mar, de las profundidades de no sé qué dios, qué abismo.




Qué Asia, qué país, qué belleza...
Para ti,
en el centro de la rosa,
- hermosísima y solitaria rosa-,
esta incertidumbre de los días,
su delirio.
Cuando ya la muerte,
roja/rosa/sombra,
te persigue
buscándote
por los caminos de la sangre,
y la vida es equívoca:
tu corazón amarillo,
tu silencio...